Sé en carne propia cuánto duele el fallecimiento de un ser querido.
Lo sé, porque también lo sentí.
Lo sé, porque todavía lo siento.
Pero de qué sirve el recuerdo cuando no te permite vivir.
A veces olvidamos que estamos rodeados de seres que nos desean el bien y hacen lo que sea para hacernos bien.
A veces olvidamos que además de ese recuerdo nos queda una vida por delante.
Una vida que nuestro amado ser, hubiese querido que vivamos.
¿Sino, para qué vivimos?
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